lunes, 30 de marzo de 2015

Crónica de la Media Maratón de Málaga 2015



Parte del Club de Atletismo Playas de Málaga
"El Escacharrao" y "el Presi"
Se levantó el día gris y lluvioso. Estupendo día para competir, al menos para mí. Una hora antes de la salida ya estoy en los alrededores del Martín Carpena: hemos quedado los del Club Playas de Málaga para hacernos una foto de grupo antes de la carrera. Así que tras los saludos, las bromas, y las fotos, comienzo el calentamiento. Apenas un par de kilómetros de trote y algunos ejercicios para las articulaciones. Automasaje estimulante y para el cajón de salida. Las bromas de mi compañero Antonio “El Escacharrao” (gran atleta, y mejor persona), hace que los nervios se pasen: es mucho el esfuerzo de esto tres meses, y el momento de ver los resultados ha llegado.


Manolo M.
Los primeros kilómetros los hago junto a Manolo Morales; vamos a poco más de cuatro minutos el kilómetro (4:05), sé que no lo aguantaré mucho tiempo. Mis previsiones eran salir a 4:20, así que voy por encima de mis posibilidades, aunque mi compañero va relajado; sus ritmos suelen ser algo más rápidos. Aguanto hasta el primer avituallamiento. No consigo, por mucho que lo he entrenado, beber y mantener el ritmo. Así que bajo el ritmo durante medio kilómetro a cinco minutos. A partir de aquí  me quedo sólo.




Por el centro de Málaga
En el Paseo de los Curas está el incombustible Miguel, que pese a no competir se hace más kilómetros que nosotros corriendo a ratos junto los compañeros para animar (gracias Miguel, son impagables esos momentos de ánimos). Sus gritos a aliento hacen que me una a un grupo de compis que va a 4:15/4:20,  ritmo que me plantaría en línea de meta en una hora y treinta minutos, si fuese capaz de aguantarlo durante todo el recorrido…. Pero no es lo preparado, ni pensado. Mis entrenos estaban dirigidos a terminar en 1:35. No por falta de ganas, claro, sino que al ser reducidas mis salidas, y corto el periodo de entrenamiento, los tés que he ido realizando (y las operaciones y la edad, etc., etc.) apuntaban a ese tiempo. Aún así, van ya diez kilómetros y las piernas aguantan el ritmo, así que decido arriesgar. Me uno al grupillo mientras pueda. Total,  a poco que reserve algo de fuerzas, parece que el 1:35 lo tengo seguro. Bueno, en una carrera de 21 kilómetros decir esto es decir mucho.


Miguel
Llegando el diez pierdo el grupo. Otra vez el asimilar el líquido bebido me hace perder el ritmo. Desde aquí voy regulando solo, procurando ver siempre en el crono el ritmo de 4:15/4:20. Salvo el paso por el centro de la ciudad: con las calles mojadas  temo resbalar. 


Por calle Carreterías me pasa el globo del 1:30, y el Chema con su flequillo al viento. Los dejo ir, pero las fuerzas aun me responden, y decido dar el último tirón, así que aumento el ritmo con la ilusión puesta en ese globo, aunque sabiendo que el “tío del mazo” puede llegar en cualquier momento. Como así pasó.


A lo lejos veo la chimenea de la Misericordia y sigo aguantando el ritmo del globo del 1:30. Casi no me lo puedo creer. Pero las fuerzas van ya demasiado justas, y el piramidal me recuerda que está ahí. Veo como a cada paso el globo me va ganando metros; se va acrecentando la distancia entre esa marca y yo. Soy consciente de que en apenas cinco kilómetros, que es lo que resta para la llegada, no solo puedo perder el 1:30, sino la del 1:35 o incluso más… Dejo ir al globo, no lo intento más. Quiero asegurar ese 1:35. Era mi objetivo, y si lo logro habré hecho mi carrera.


Llegando a meta
Kilómetro dieciocho y he recuperado un poco de fuerzas. El globo aun  lo puedo ver, no creo que me saque más de dos minutos. A esa altura creo no perder mi marca así que todo lo que pueda arañar será un éxito para mí. A sufrir al máximo hasta el final, ¡a por el globo! Cambio el ritmo y comienzo a ganar terreno. El último avituallamiento lo paso de largo, ya beberé cuando llegue. A falta de medio kilómetro tengo el 1:30 a cincuenta metros, pero las piernas, y la mente, ya no me responden. He hecho todo lo  que he podido para alcanzarlo, no quiero entrar en el estadio con la cara y el cuerpo descompuestos por arañar unos segundos, pero tampoco quiero ver en el reloj de llegada más de 1:30. Ya lo rozo con los dedos, no lo voy a dejar escapar. 


El último medio kilómetro lucho con migo mismo, para no bajar el ritmo, para no hacer caso a mi mente, ni a mis piernas… ahí está el estadio y en mi crono aun  se ve una hora y veintitantos. El globo no lo veo. Bueno, a esas altura no veo nada, sólo el asfalto. ¡No se me va a escapar! Veo la meta… 1:30 en el reloj del estadio. ¡YA ES MIO! 




La llegada mas-iva del club    (Broma que hice para la página de mi club)





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