jueves, 30 de mayo de 2013

Como nos pasa a todos




Como dije en la entrada anterior, las sobrecargas son la antesala de una lesión si no se trata a tiempo. Hasta que no nos duele algo de verdad no paramos. Y hablo en plural porque creo que a todos nos pasa, y cuando digo a todos me refiero a los que andamos metido en esto de la carrera. No se si en otros círculos se maneja tanto empeño por continuar en la “tarea” pese ha notar los primeros síntomas de un problema que se puede solucionar, sencillamente, parando la actividad unos días. En este “mundillo”, no paramos hasta que el pie lo llevas  arrastrando, y aun así, tiene que doler mucho para parar.

 Pues eso, que la sobrecarga ha desembocado en un esguince de ligamentos laterales de la rodilla. Por suerte no es muy intenso, por lo que con un parón de una semanita, esta vez total de práctica deportiva, léase: ni correr, ni nadar, ni bicicleta, mas los cuatro días que llevo sin correr; y unas cuantas visitas al fisioterapeuta, quedará solucionado el problema, o eso espero. Además de unos ejercicios de fortalecimiento muy específicos; no pueden requerir los músculos y ligamentos laterales.


Emilio Azuaga
Luego vendrá el volver al deporte de forma gradual y progresiva. Pues si parar de correr es difícil, lo de volver “despacito”, ni te cuento. A los tres días de estar trotando, y si no te duele nada,  estás marcando ritmos. Y que al primer día de volver no te adelante el “matao” que siempre va pisando huevos. Creo que nos pasa a todos.  Tengo un amigo, Emilio Azuaya, que le gusta entrenar por los montes, o por  carreteras con cuesta pronunciadas. Puede ir agotado, reventado, arrastrándose cuesta arriba, que como le adelante un ciclista, va a por él. Oye, y lo alcanza, seguro; y no sólo eso, sino que llega antes que él a lo alto de la cuesta, por muy larga y pronunciada que sea. Se pica con su sombra el puñetero.

Como dice el refrán: “Mal de muchos consuelo de tontos”. Así que haré lo que todos hacemos. Empezaré tranquilito,  oyendo al cuerpo. Sin prisas, sin mirar a nadie; sólo disfrutando del paisaje, del Sol. Hasta que…. “que leches, ya he descansado bastante, y las patitas están pidiendo caña. Voy a dar sólo un par de vueltas a cinco minutillos. Bueno, y la última a cuatro cincuenta, o cuarenta”… Como nos pasa a todos.

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En Villanueva del Rosario

viernes, 24 de mayo de 2013

Ya están aquí las sobrecargas.




Pues ya están aquí, de nuevo, las temibles lesiones. En esta ocasión es una sobrecarga, una lesión muy común, y fácil de tratar. Emilio, el fisio que me trata desde la operación, tras hacer las pruebas pertinentes, a descarta cualquier otra patología, así que despues del susto inicial, me quedo más tranquilo.  En realidad, la sobrecarga muscular no es una verdadera lesión. Es la consecuencia de someter a un músculo, o a un grupo de músculos, a un esfuerzo excesivo. Se produce por la repetición prolongada de un movimiento, debido al uso de pesos excesivos, o, como creo es mi caso, por ambos motivos. Se percibe como un dolor muscular difuso, pesadez, y falta de velocidad en los movimientos. Suele producirse a comienzo de temporada, o al añadir nuevos ejercicios. Lo peor de esta lesión, no son sus síntomas, sino que es la antesala (el aviso) de  lesiones muscular verdaderas.

Mapoma 2010. Participantes del Club Playas de Malaga.

Desde que me operé de la rodilla no he parado de hacer ejercicio. Al principio solo isométricos y algo de piscina, pero conforme me he ido recuperando, y el cirujano me lo ha ido recomendando, he incorporado bici, carrera y ejercicios con pesas para fortalecer los músculos de la pierna operada. Bueno, la verdad que la musculatura se ha perdido mucho en ambas piernas, y ya sabemos que: se pierden en un mes, y se tarda en  recuperar años. El caso es que muchas veces por el ansia de recuperarme  lo antes posible, fuerza uno, antes de lo debido, la maquinaria; y lo que debiera estar haciendo dentro de dos o tres meses lo estoy realizando ahora. Hablo de potenciación, no de aeróbico. Esto último lo tengo meridianamente claro. La evolución en la carrera no me es desconocida, todo lo contrario. Muchos años ya en esto.

El tratamiento de la sobrecarga es muy simple: estiramiento de la zona afectada, masaje descontracturante, incluso con alguna pomada antiinflamatoria, y reposo de la actividad deportiva durante unos días. En la mayoría de los casos,  se suele “arreglar” con una visita al fisio para descargar la tensión muscular, y dos días de descanso. Aunque la mejor medicina, como en todo en la vida, es prevenir, y nada más fácil. Todos los corredores sabemos como se evitan: calentar bien, y estirar antes y despues de cada entrenamiento, y, sobre todo, adecuar los entrenamientos a la condición física que tenemos en cada momento. Esto último es algo más difícil si el entrenador que tenemos somos nosotros mismos.

Así que ahora toca una par de sesiones de fisioterapia para descargar bien la tensión de los  músculos. Una semanita sin correr, y dos sin hacer pesas; y… de vuelta a los ruedos.


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miércoles, 22 de mayo de 2013

O.B. 2




Bien, llevamos un mes de “OB”, y ya habremos observado ciertas mejoras en nuestro cuerpo. Si se ha seguido el plan, habremos perdido algo de peso,  nuestro cuerpo estará más ágil y  menos cansado para la vida diaria.
Ahora habrá que darle otro pequeño empujón. Para ello modificaremos la parte relativa a los ejercicios de potenciación o anaeróbicos, sin que la parte relativa a la alimentación sufra cambios, ni la parte aeróbica, salvo en su duración.

Recordamos:
 


Y cambiaremos algunos ejercicios. Realizándolos todos sin pausa entre ellos, e intentando aumentar todas las series a 20 repeticiones.



Si pulsas sobre la imagen te podrás descargar este cuadro.



Aquí dejo otra instantánea de mi profe, Yolanda. Además de profesora, es corredora, y tiene en su haber innumerables carreras, incluida la maratón, y en las cuales suele ir bien acompañado de de su media naranja, Manolo.




jueves, 16 de mayo de 2013

La pequeña diferencia... es un gramo.



El sábado pasado salí dispuesto a hacer doce kilómetros. Lo que solemos llamar, cuando entrenamos, la  “tirada larga” de la semana. Aunque suene a poco, hoy por hoy, para mí, los doce kilómetro lo son. El recorrido que suelo hacer para esas salidas, siempre que puedo,  es por la costa. Salgo desde “Lo Cea”, en el Rincón del la Victoria, en dirección hacia Torre del Mar. Dependiendo de la distancia prevista doy la vuelta en: Benajarafe, doce kilómetros. Pasado dicho pueblo, quince kilómetros. Veinte kilómetros hasta Valle Niza. Veinticinco si llego a Almayate Bajo. O treinta hasta Torre del Mar. La distancia, por supuesto, es sumando  ida y vuelta.

Me gusta este recorrido por ir siempre junto al mar. La brisa, y el sonido del mar te acompaña todo el camino, es totalmente llano, y por ser un recorrido de ida y vuelta, te obliga a realizarlo por completo, no hay más remedio que volver. Cuando aprieto, generalmente a la vuelta, si me entra una “pájara”, ya no te puedes parar para  irte a  casa; para hacerlo hay que desandar el camino, lo que equivale, claro está, a seguir corriendo. El único pero del recorrido es el viento que, por estar junto al mar, siempre sopla. Dependiendo de si es poniente o levante, te ayuda cuando da de espaldas, y te frena al darte de frente.

Pues eso, que el sábado salí ha por doce kilómetros. A los dos kilómetros de carrera  me encontraba con muy buenas sensaciones, llevaba un ritmito de cinco minutillos el kilómetro, cómodamente, casi sin sentirlo. Sin molestia en rodillas o tobillos. Vamos, que iba sobrado, así que decidí ampliar la salida hasta los siete kilómetros y medio, para completar quince ida y vuelta. Pero, cuando di la vuelta, pasada la torre vigía de Benajarafe, comprendí porqué iba tan sobrado. El viento me paró en seco. Esa brisita que sentía tan agradable en la espalda a la ida, se convirtió en un muro a la vuelta. El ritmo tuve que bajarlo a cinco y medio, o más en algunos momentos. Las pulsaciones altas, y la respiración agitada me terminaron de arreglar. Me costó dios y ayuda terminar. Lo que iba a ser un entrenamiento moderadamente cómodo, y disfrutando del paisaje, se convirtió en un entro duro en toda regla. Como los de antes de las lesiones. De los que se sufren. La verdad, echaba en falta este tipo de salidas, y en el fondo, me gustó volver a sentir esas sensaciones de sufrimiento. 

Paco Fernandez entre dos Carlos
Los que habéis seguido alguna vez un entrenamiento exigente me comprendéis ¿verdad? Me gustó, sentir otra vez esa mezcla de  sufrimiento, agonía, agobio. ¿Somos algo masoquistas? Creo que no. Lo que pasa es que a los que nos gusta esto de correr tenemos algo de ¿locura?
Mi amigo Paco Fernández, gran atleta y mejor persona (Paco Totalán, o, como me gusta decirle: El señor de los Arroyos. Algún día contaré el porqué del seudónimo), siempre termina las entradas, y epístolas, de su blog con esta frase: 

Salud, kilómetros y un gramo de locura”.  

Quizás sea esa la pequeña diferencia que nos distingue del resto de los mortales, un simple gramo… de maravillosa locura.

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miércoles, 8 de mayo de 2013

Correr por la Malagueta









Hacía que no corría por la arena de la Malagueta casi dos años, y como ya mis rodillas aguantan una horita corriendo, decidí el sábado pasado, correr por allí.

Es un lugar que me trae unos recuerdos estupendos de charlas, risas, y confidencias, con compañeros y amigos del Club al que pertenezco. Solíamos quedar los domingos a las nueve de la mañana para correr todos juntos; y siguen quedando, soy yo el que no va a causa de las lesiones que arrastro. Todos juntos, charlando y bromeando, salimos a la hora indicada, y poco a poco, se iban formando grupitos más reducidos, según el ritmo y los kilómetros, que cada uno tenía previsto para el entrenamiento. El caso es que el sábado pasado me fui a hacer “un par de playas”. Ya se sabe, el correr por la arena es mucho más cómodo para las articulaciones, por mitigar el impacto que sufren estas con cada zancada, así que tenía pensado correr todas las veces que me fuera posible por allí, y dejar de lado las duras aceras; a la vez que volver a correr junto a amigos y compañeros. Así que allí me plante.

Pero resulta que han decidido nuestros “inteligentes” políticos, cambiar los chiringuitos de toda la vida, por unos nuevos. La idea, según parece es modernizar y embellecer los paseos marítimos de la capital. Una guarrería, eso es lo que han hecho, Ni eso  son chiringuitos, ni agradables a la vista, ni nada de nada. Un mazacote de obra en mitad de la arena de la playa cada doscientos metros. El caso es que las obras, en esta tierra, se hacen ocupando el mayor número de metros posibles alrededor de las misma, sin que haya nadie que lo impida, ¿para qué?, y el camino de arena que trascurre desde la Farola hasta, casi, donde se encontraba antes el tranvía (un camino de cinco kilómetros en total, ida y vuelta, de arena compactada), pasa junto a todos estos chiringuitos, por lo que el camino no es otra cosa que un patatal. Consecuencia lógica del mismo, llevo cuatro días con los tobillos inflamados a consecuencia  de coger desniveles, boquetes, piedras, arena blanda, dura, ladrillos, etc., etc., etc.


El refranero español, que es sabio, reza: Más vales malo conocido que bueno por conocer. Y eso vale, tanto para mí, por cambiar mi acera de siempre, por algo que recordaba mejor; como para los lumbreras que han cambiado lo tradicional por lo “moderno” para mejorar ¿?.

Si alguien cree que “el patatal” se arreglará antes del verano, que se vaya sentando. Yo al menos no tengo esperanza de ello. Ahora están pensando en modificar lo chiringuitos nuevos, y algunos no terminados todavía, por algo más “malagueño”. Se han dado cuenta de la barbaridad que están haciendo. ¡Bien! Y aunque lo hicieran, ¿alguien piensa que cuando terminen las obras, se dedicarán a poner en condiciones el camino de arena? Bueno, quizás. Pero ¿para cuando? Y lo más importante, ¿Quién lo paga? ¿La Junta, el Ayuntamiento, la Diputación, los dueños de los Chiringuitos? No lo dudéis, al final, si lo arreglan, lo pagamos nosotros. De momento, lo sufrimos.


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