
Tocaban
doce kilómetros a ritmo controlado, y siempre me cuesta arrancar: Buscar el
momento exacto de salir, me cuesta si no lo tengo “encajado” en la maraña de
actividades previas a ir al trabajar. Pero llovía, y el recordar la sensación
de libertad que siento cuando me acompaña la lluvia en los entrenos me arranca
del sillón.
Tiene
un encanto especial. La sensación de cada zancada se amplifica bajo la lluvia.
Sentir el agua en la cara te despierta todos los sentidos. Mantengo el ritmo
programado (4´55´´- 4´50´´) con facilidad, pero necesito salir de la ciudad,
así que me dirijo hacia la Concepción. El terreno es más exigente, pero merece
la pena alejarse de los edificios, el tráfico y la gente.

Los
colores del campo se han vuelto intensos. El aire limpio me deja ver el verde
intenso de los pinos, y las flores blancas de los almendros que salpican todo
el camino que lleva a la presa de El Limonero.
Desde arriba veo como las nubes se abren sobre el mar, aunque aquí el aguacero
arrecia, y yo aprieto el ritmo de vuelta a casa.
En
diez minutos estoy quitándome el barro que tengo acumulado en los gemelos. Las
zapatillas, con las plantillas quitadas, las dejo llenas de papel de periódico
para que sequen. El agua caliente de la ducha me hace revivir todo de nuevo.
,,!,,
Me siento muy identificado con tu entrada dedicada a la lluvia, raros somos los corredores que no les gusten correr bajo ella. Yo lo hice el domingo, pero era un chiribiri lo que caía, con su encanto. Un abrazo
ResponderEliminarCoincido con Paco, también. Y la descripción que haces de la naturaleza en esos momentos de lluvia, es preciosa. Saluditos, Manolo Morales
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