domingo, 23 de junio de 2013

La guerra de las aceras





Llegó e buen tiempo, y parece que todos nos hemos puesto de acuerdo para hacer deporte. Andar, correr, montar en bici o patinar; y la mayoría lo hacemos ¿Por donde? Por las aceras, claro. Ese es mi caso: por las aceras de mi barrio, o si disponga de algo más de tiempo, me voy al paseo marítimo a correr. Hace unos meses apenas me cruzaba con algún corredor que otro; ciclistas apenas veías, por lo que la “pista de entrenamiento” apenas estaba concurrida. Pero ahora, con el buen tiempo, están a rebosar de corredores ocasionales (bienvenidos seáis), los abuelos, las mamás y papás con los niños, los paseantes de perros, etc. etc. etc. Vamos, las aceras están que no se cabe.

Donde se pone la cosa que arde, en estas fechas, es en el paseo marítimo. El Sur digital se ha hecho eco en estos días de este tema. Los nenes sueltos y jugando a su bola, los ciclistas a toda pastilla demostrando lo rápidos que son, aunque sea de año en año; con esa capacidad para esquivar a los que van a pie. Los corredores practicando el eslalon y pendientes de seguir a las patinadoras; y los paseantes de perritos atentos… a los-las bañistas. Vamos un desastre. Ni se puede andar, ni correr, ni pasear, ni nada de nada. Más de dos y tres exabruptos he oído dedicarse a cuenta de esto; cuando no una discusión. Por supuesto, cada uno defendiendo su derecho de ocupar un espacio por las aceras, que lo tienen.
 
Creo que en inviernos, o con días de poca gente, no debe de haber problemas para  correr o ir en bici por las aceras (a falta de carril bici, claro), pero cuando hay muchas viandantes, los deportistas tenemos que ser conscientes y dejar los entrenos para lugares menos concurridos; o sólo salir a hacer trotes suaves, que podamos fácilmente ir dominando la situación. Ceder estos espacios para lo que están hechos, y no es precisamente como pista de entrenamiento. Sinceramente creo que los que sobramos somos nosotros. Por muchos derechos que creamos tener para su uso, que lo tenemos. Empleemos la lógica. Ya llegará el otoño, y con él, cada mochuelo a su olivo.

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