Pues si, los otros días salí a
hacer mí tirada a “piñón fijo”: catorce kilómetros a ritmo controlado. Serían
las doce de la mañana, más de veinte grados, y ni una nube en el cielo; así
que pantaloncito corto, y camisetita de mangas cortas, para aprovechar un poco
el Sol.
Mientras una cosa y otra, esto
es: cambiarme, hacer una pequeña tabla de abdominales, calentar articulaciones,
y estirar un poco, me dan las doce y media. Salgo de casa y la calma chicha que
había a las doce se esfumó. Un vientecillo del norte soplaba y la temperatura
empezó a bajar un poco. No llevaba ni tres kilómetros cuanto, arrastradas por
el viento, por cierto, cada vez más fuerte, empezó a entrar nubarrones negros
como los cojones de un grillo. En media hora más, estaba totalmente nublado, un
viento fuerte y frio, había convertido el clima primaveral, en un día típico de
invierno. Así que a pasar frio toca. Quince minutos más, el cielo negro dijo
“aquí estoy yo”, y me cayó el consiguiente chaparrón. Ya, totalmente helado, y
tras los primeros diez kilómetros, no me merece la pena parar, total, veinte
minutillos más y a los corrales.
Pero no creáis que quedó así la
mañana: se volvió a levantar el viento, algo más fuerte que antes, pero cálido,
y en diez minutos ni una nube, sol, y calor…. Pues eso, que llegué tal como
salí, con calor y buen tiempo, pero tras
pasar frio, empaparme, y volverme a secar.
Vamos que el tiempo está loco. Y,
diga lo que diga el primo de Rajoy, lumbreras donde los haya (el uno y el
otro), parece que tiene mucho que ver con nuestra forma de pasar por este
mundo.
,,!,,
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