El otro
día pude escuchar cuando pasaba cerca de las pistas de futbol que hay en Ciudad
Jardín: “¡Metele con tó. Pártele la pierna que no se levante!” Era un padre “animando”
a su hijo, que no tendría más de ocho años, y que jugaba al futbol en un
partidillo “oficial”. No sé lo que pensaría
el entrenador de ese chiquillo, ni los padres de los niños del otro equipo, y
del suyo propio; a mí me dio muchísima
pena y vergüenza, por el niño, por el
entrenador, y por el deporte.
El deporte
para los niños es salud. Evita la obesidad; mejora la flexibilidad y la
coordinación, aumenta la resistencia cardiovascular, evita problemas articulares,
previene la diabetes tipo II, mejora el estado de ánimo y favorece las relaciones
sociales. Aumenta la seguridad en sí mismo, y le da cierta autonomía. Previene
el consumo de drogas. Además de fomentar valores positivos: respeto a las
normas, espíritu de superación, etc. Pero con un progenitor así…
Los padres debemos oriental
a nuestros hijos a la hora de elegir una actividad deportiva, pero siempre
respetando sus preferencias, y no como descarga de nuestra frustración como
deportistas. La actividad deportiva tiene que ser acorde con las cualidades del niño y a su
constitución corporal. Debe practicarlo con carácter lúdico, sin sacrificios ni
sufrimientos. La actividad deportiva debe contribuir al desarrollo integral de
nuestros hijos. Puede tener un componente competitivo, pero dentro de unos
límites, y desde luego, hay que evitar inculcarle el afán de ser el mejor, el
primero, porque ser el segundo es un fracaso. A menudo y sin darse cuenta los
padres estimulan el instinto competitivo y están sembrando futuras
frustraciones. En resumen tienen que disfrutar con el deporte, no sufrir.
Y por supuestos, a estos
padres habría que sacarlos del lugar donde los chiquillos compiten, y, al igual
que se hace en los campos de futbol profesionales cuando desde las gradas se
actúa con violencia, verbal en este caso, habría que sancionarlos y prohibirles
la entrada a cualquier estadio deportivo para los restos.
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