Ya hace algunas fechas que terminé
mis estudios sobre “Nutrición y Dietética”, así que… “Con permiso de la autoridad, y si el tiempo lo
permite”, dejaré durante unas cuantas entradas el tema de las carreras, y
hablaré de la nutrición, más concretamente de la principal consecuencia que
acarrea una mala nutrición, la obesidad. El objetivo es saber:
El objetivo final no es fácil, lo sé,
a mí me cuesta como el que más, pero los resultados, cuando se logran, merecen
la pena. Vamos allá.
La obesidad. “I”
Una de las principales consecuencias
de una mala nutrición, es la obesidad. La obesidad es un exceso de grasa
corporal que provoca un aumento de peso en relación al que le correspondería a
una persona en función de variables como la talla, la edad y el género.
Se trata de un problema de salud
pública que afecta a un porcentaje elevado de la población occidental y provoca
un aumento de la morbimortalidad de los individuos que la padecen.
La obesidad provoca
varios tipos de problemas:
- Metabólicos. Como diabetes, dislipemias, hipertensión arterial, enfermedades cardiovasculares, etc.
- Motores. Artrosis de rodilla, cadera y tobillos, etc.
- Psicológicos. Debido a la discriminación que sufren en una sociedad donde el físico es muy importante y el prototipo imperante de éxito es una figura delgada.
La causa de la obesidad es, en un
porcentaje elevado, un balance energético positivo que puede ser debido a
factores como los genéticos, los ambientales, los psíquicos, los endocrinos y
los debidos a algunos medicamentos.
Algunas obesidades están relacionadas
con factores genéticos, aunque parece ser que éstos no son suficientes para que
aumente la reserva de grasa, ya que existen otros factores de tipo ambiental.
Algunos de estos factores
ambientales son:
- Un aumento de la ingesta calórica y el consiguiente exceso de energía.
- La reducción de la actividad física. El sedentarismo contribuye a mantener positivo el balance energético en el caso de que haya un exceso de calorías en nuestra dieta.
- Los malos hábitos alimentarios. El consumo de alimentos refinados, la escasez de legumbres, frutas y verduras en nuestra dieta habitual, así como el exceso de alimentos de origen animal, favorecen la aparición de la obesidad.
Para saber la desviación del peso de
la persona obesa respecto al peso que le correspondería, se pueden utilizar
diferentes métodos, pero el índice de
Quetelet o Índice de Masa Corporal (IMC) basado en la relación peso/talla es reconocido como el de referencia internacional:
IMC= Peso (en Kg)/ Talla (en m)2
Es sencillamente, coger nuestro peso,
dividirlo por nuestra altura, y multiplicarlo por dos. Pero, veamos un ejemplo:
Si una persona mide 1,65 metros, y pesa
80 kilos, tiene un IMC de 29,38
( IMC = 80 / 1,65 x 2 =
29,385 )
Con esta sencilla fórmula podemos
determinar nuestro IMC, y consultando la siguiente tabla, publicada por la SEEDO*, nuestro Grado de Obesidad:
Clasificación de los distintos tipos
de obesidad según el IMC
|
|
IMC
|
Grado de Obesidad
|
18,5 –
24,9
|
Normopeso
|
25 –
26,9
|
Sobrepeso grado I
|
27 –
29,9
|
Sobrepeso grado II (pre-obesidad)
|
30 –
34,9
|
Obesidad tipo I
|
35 –
39,9
|
Obesidad tipo II
|
40 –
49,9
|
Obesidad tipo III (mórbida)
|
>50
|
Obesidad tipo IV (extrema)
|
Dependiendo de cómo se acumula la grasa en nuestro cuerpo
recibe distinto nombre. Cuando hay un acúmulo importante de grasa en el abdomen, se denomina androide (tipo central, frecuente en
hombres) y cuando se acumula en la zona
femoroglutea, se llama ginoide
(o periférica, frecuente en mujeres).
Ya
sabemos dónde estamos, porqué, y las consecuencias que puede acarrearnos la
desviación en nuestro peso. Dejo para la próxima entrega cómo podemos actuar
dependiendo de nuestro Grado de Obesidad.
*La SEEDO es una
sociedad científica con una función principal “El estudio de la Obesidad”.
Aglutina a especialistas de diversas disciplinas básicas y clínicas con un
objetivo común, prevenir y mejorar la atención del paciente con sobrepeso y
obesidad y sus complicaciones asociadas.
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